¿Y si empezáramos a repensar las notas en los primeros años escolares?
Una invitación a reflexionar

Cuando sacamos el foco de la nota, cambia todo. Como dice la académica del Departamento de Estudios Pedagógicos de la U. de Chile, María Teresa Flórez, las calificaciones numéricas tienden a instalar una «lógica de valor de cambio» donde los estudiantes aprenden para obtener un número, no por el gusto de aprender. Al eliminar las notas, se abre espacio para fortalecer la motivación intrínseca, el interés genuino por descubrir y comprender. Y como bien advierte la investigación, los motivadores externos como calificaciones y premios tienen poco vínculo con el aprendizaje profundo (Andarman & Grey, 2015).
Además, como plantea la psicopedagoga Cecilia Martínez, cuando evaluamos de manera más cualitativa, podemos ayudar a los niños y niñas a construir una relación más saludable con el aprendizaje. No se trata solo de saber «si lo hicieron bien», sino de valorar el proceso, el esfuerzo, la reflexión, el desarrollo de habilidades socioemocionales como la tolerancia a la frustración o el trabajo colaborativo. Por eso es importante conectar el aprendizaje con experiencias significativas: la evidencia muestra que cuando esto no ocurre, gran parte de lo aprendido puede olvidarse rápidamente (Schiff & Vakil, 2015; Sousa, 2022).
Esto también transforma la relación con las familias. En experiencias como la del Liceo Manuel de Salas en Santiago, los apoderados comenzaron a preguntar: “¿Qué aprendió mi hijo?” en vez de “¿Qué nota sacó?”. Es un cambio sutil, pero muy profundo: la conversación se centra en el aprendizaje, no en la calificación.
Por todo esto, repensar la evaluación no es un simple capricho ni una moda. Es una oportunidad y una necesidad que podemos construir de manera gradual, junto a las comunidades escolares.
Eso sí, este cambio exige que acompañemos bien a los docentes, que formemos equipos capaces de evaluar cualitativamente con rigor y claridad. Y que las familias comprendan que esta transformación no busca bajar la calidad educativa, sino enriquecerla y hacerla más significativa para cada estudiante.